Prohibicion o Consenso
Desde hace unas semanas nuestra ciudad está sumida de debate en debate dado que, desde el Concejo Deliberante, se impulsan diferentes proyectos de ordenanza cuyos objetivos son reglamentar ciertos aspectos que hacen a la configuración que, según el autor de las mismos, debe tomar la villa.
Estamos hablando de propuestas que apuntan, por un lado, a la prohibición de construir torres en todo el ejido municipal. Hay que aclarar que, según la legislación actual, estas edificaciones pueden ser desarrolladas dentro de una amplia poligonal que abarca el Centro Norte y el Centro Nuevo de Villa Carlos Paz, permitiéndose una altura máxima de 34 metros incluido su basamento.
El otro es el que pretende regular la instalación de locales comerciales que correspondan a franquicias o sucursales de firmas cuya casa matriz se encuentre fuera de nuestra ciudad, permitiéndoles instalarse a determinada distancia entre una y otra.
El autor de sendas iniciativas es el concejal radical Esteban Avilés, quien, por un lado, fundamentó la prohibición de las torres diciendo que “lo que más valoran los turistas que nos visitan todos los años es el paisaje de Villa Carlos Paz, y que ese tipo de construcciones atenta contra eso”. Respecto a las franquicias, sostiene que se debe proteger al comercio y al comerciante local.
Vayamos por partes. Durante esta semana ya se escucharon voces contra la no construcción de edificios que pasen de los 3 pisos. El argumento es simple y convincente, y proviene, principalmente de los inmobiliarios locales. No se puede detener el progreso inmobiliario en la ciudad, más teniendo en cuenta la falta de terrenos relativamente céntricos.
Sin lugar a dudas, la falta de viviendas en alquiler o a la venta ya se está haciendo sentir, más teniendo en cuenta que el nivel de crecimiento poblacional de Carlos Paz es el más alto de la Provincia; y la pregunta que surge es clara, ¿dónde va a ir a vivir esa gente si no hay viviendas? Los edificios en altura vendrían a suplir esa faltante.
Por otro lado, este hecho tiene un componente fuertemente económico. Casi todos los profesionales que trabajan en estos proyectos son habitantes de nuestra villa. arquitectos, ingenieros, técnicos, albañiles, que construyen. Además, las inmobiliarias que los comercializan son de origen local, con el consiguiente aporte al movimiento económico. El “boom” de la construcción motoriza fuertemente al comercio local.
Del otro lado se esgrimen como principales argumentos en contra, el “atentado” hacia el paisaje que esto lleva consigo y la falta de suficiente aprovisionamiento de agua que podría padecer la ciudad. El primero es estético, el segundo vital. Sobre lo estético es cuestión de acordar, sobre lo vital es necesario una fuerte decisión política y económica para llevar adelante, por ejemplo, los embalses de reserva o la construcción de un gran acueducto para Punilla que tome agua del Río Yuspe, actualmente desaprovechado en gran medida.
Respecto al segundo proyecto, éste es de otra índole. Los defensores del comercio en escala asumen la posición de que son estas empresas quienes ayudan a la economía de las capas sociales más vulnerables, a través de los mejores precios que ofrecen al público. En este sentido se encuentran los supermercados, que también se pretende que paguen una tasa mayor, las farmacias, actualmente reguladas a través de la prohibición de instalarse en la zona céntrica, las heladerías, etc. Hay que tener también en cuenta que son las grandes cadenas comerciales quienes emplean mayor cantidad de personas.
Los defensores de la iniciativa prohibitiva argumentan que estas grandes empresas colaboran en la destrucción del pequeño comercio local, cuestión verificable en muchos casos, a través de su mayor poder de negociación con sus proveedores.
En ambos casos lo que sin duda falta en Villa Carlos Paz es un gran debate acerca del perfil que debe tener nuestra ciudad. Si partimos de la suposición de que todos estamos de acuerdo que seguirá siendo una ciudad turística, entonces la pregunta es ¿de qué tipo? Con la montaña verde y despoblada, o con construcciones que permitan a sus moradores tener una vista privilegiada. Con la construcción de edificios en altura para viviendas y oficinas limitada a la zona céntrica, o una ciudad que no permita más edificaciones de este tipo.
¿Qué se pretende, una ciudad con un fuerte componente inmobiliario que ayude al alojamiento de locales y turistas, un localidad con preponderancia mercantil, el cual es fuertemente necesario en una ciudad turística de primer nivel? Y por otro lado, se está desarrollando una propuesta turística que no se encorsete exclusivamente en la recepción y alojamiento de turistas? Preguntas todas que deben ser respondidas en lo inmediato, y que seguramente no son las únicas que pueden hacerse.
Hoy, más que nunca es imprescindible el dialogo entre el gobierno, las instituciones intermedias, los colegios profesionales, y la ciudadanía en general, a fin de llegar a acuerdos básicos que sirvan para planificar y perfilar una ciudad turística para las próxima décadas.
Las prohibiciones deben ser coyunturales, limitadas en el tiempo para evitar consecuencias indeseadas en la actualidad, pero nunca una constante, más teniendo en cuenta la propia dinámica de una ciudad turística.